Tampoco importan los detalles, de Marina Elberger

Es, justamente, en la importancia de las nimiedades que dan o quitan sentido a la vida (a toda la vida o a un mínimo instante) en donde hace foco Marina Elberger en su primer libro de relatos para adultos, Tampoco importan los detalles (La Crujía).

Sin vueltas, sin complejidades narrativas, huyendo del minimalismo pero también del soliloquio barroco, despojados y hasta por momentos crueles, se diría que surgidos de la piel para impactar en las pieles, los quince relatos que componen Tampoco importan los detalles conforman una mirada atenta al devenir de los días, una colección de instantáneas (unas en colores, otras en blanco y negro, alguna quizá en sepia) que constituyen el álbum de la cotidianeidad.

Pero a no confundir los tantos. Esa simpleza narrativa que describimos antes no está exenta de giros repentinos que nos obligan a cambiar el foco de lo que mirábamos. Entonces, a lo largo del libro, se descubre que Elberger nos está hablando de algo como excusa para, según sus deseos, llevarnos sin que nos demos cuenta a otro lugar.

Un juego que convierte en tragedia un cumpleaños de cincuenta, una paloma que se asusta, el descubrimiento del escondite (casi trampa) de un gato, la invitación a una milonga y una noche imposible con un hijo en el hospital, una actividad de lectura para niños y niñas que no sale según lo planeado, unas vacaciones que no son lo soñado. Se diría que las tramas de los relatos de Elberger son nada más que excusas, porque lo importante está siempre en los detalles que, de la nada, se convierten en bolas de nieve.

Tampoco importan los detalles, de Marina Elberger, es una ventana abierta para espiarnos y, por qué no, para reírnos de nuestras vidas.

Noviembre 2022