Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, una profunda herida para la literatura mendocina

La noticia es simple, directa y, en lo personal, contundente. Se trata de un importante retroceso: Mendoza no tendrá este año su lugar en el Pabellón Azul de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (FILBA), sino que, muy lamentablemente, regresa al Pabellón Ocre.

Este es un tema que me toca directamente, porque fui quien estuvo al frente de la negociación con la Fundación El Libro para que Ediciones Culturales Mendoza y las demás editoriales de la provincia, así como nuestras escritoras y nuestros escritores, tuvieran un lugar de más relevancia en la Feria, por lo que no puedo pretender distancia del problema, y es por eso que dejaré de lado la políticamente correcta primera persona del plural y todo lo que diga será en primera persona del singular.

Saber esto me deja parado entre la tristeza y la bronca. Tristeza y bronca porque con esta decisión se pierde la posibilidad de mostrar de otra manera la literatura de Mendoza en un hecho de relevancia internacional como este (por cierto, creado para difundir la literatura), de manera que nuestros libros pierden visibilidad ante los paisajes y la promoción turística, retrocediendo así muchos casilleros en el tiempo.

Si Mendoza tiene una editorial oficial, además de una librería estatal, y en nuestra tierra existen muchas editoriales que están trabajando muy bien, además de excelentes libros de cualquier género, perder el espacio del Pabellón Azul de la Feria Internacional del Libro es un despropósito, máxime si el retorno al Pabellón Ocre implica la derrota de la difusión de nuestra literatura ante la promoción turística.

Un poco de historia

Por reglamento de la Fundación El Libro, las provincias deben alquilar sus lotes para la FILBA en el Pabellón Ocre, que es ese cuyo ingreso está por la esquina de Sarmiento y Santa Fe, por el que accede más del noventa por ciento de la gente que concurre diariamente a la Feria.

Esto, que suena como muy bueno, no es más que una ilusión, puesto que en el Pabellón Ocre conviven stands de las provincias, algunos con muy buenas propuestas literarias y otros (no pocos) con más promoción turística que otra cosa, pero también hay lotes ocupados por clubes de fútbol (que compiten a ver cuál genera más ruido), prepagas de salud y organismos del Estado que nada tienen que ver con la literatura, además de un stand en el que se venden todas cositas rosadas para nenas, atrasando miles de años y, paradójicamente, ubicado frente al stand de Diversidad.

¿Contado así suena a despelote?

Es que es un despelote. Por eso, de ese más del noventa por ciento de la gente que ingresa por la puerta de Sarmiento y Santa Fe, la enorme mayoría pasa por el Pabellón Ocre a las apuradas, para salir de allí, atravesar dos largas mangas y llegar, por fin, a la Feria del Libro, es decir, al Pabellón Azul, ese en el que, hasta ahora, estuvo el stand de Ediciones Culturales Mendoza.

Considerando todo esto (además de la calidad de la literatura de Mendoza) es que en el 2016 hice personalmente las gestiones para que pudiéramos tener un stand en el Pabellón Azul. Escribí una nota dirigida a la Comisión Directiva de la Fundación El Libro explicando por qué consideraba que Mendoza merecía pasar a un pabellón en el que la literatura fuera más importante que la promoción turística o un equipo de fútbol. La comencé en Aeroparque, la terminé de escribir durante el vuelo y la envié de inmediato, apenas pude conectarme al Wi-Fi del aeropuerto de Mendoza.

Los motivos que expuse fueron lo suficientemente sólidos como para que la Comisión Directiva decidiera que sí, que podíamos ocupar un espacio en el Pabellón Azul. Y más aún, pude convencer a quienes la integraban de que Mendoza iría con una propuesta editorial amplia y de calidad, lo suficiente como para estar junto a las editoriales, autogestivas o de capitales multinacionales, más importantes del país.

De esta manera, durante cuatro ediciones de la FILBA (2017, 2018, 2019 y 2022, puesto que 2020 y 2021 no se realizó, debido a la pandemia), las escritoras y los escritores de Mendoza y las editoriales de la provincia tuvieron un lugar en la verdadera feria, no en el Pabellón Ocre.

Ahora, en la edición 2023, Mendoza da varios pasos hacia atrás. Ediciones Culturales, el resto de las editoriales y las publicaciones autogestivas vuelven al Pabellón Ocre, donde no sólo la visibilidad es menor, sino que el precio del alquiler por metro cuadrado es mayor al del Pabellón Azul.

Sí, las ventajas de estar en el Pabellón Azul también eran económicas.

Una mala decisión

Así las cosas, Mendoza regresará al Pabellón Ocre, con un stand en el que veremos, con mucha seguridad, más promoción turística que actividad literaria. A mi juicio es, sin lugar a dudas, una mala decisión que no hace más que abrir una profunda herida a la literatura mendocina y su participación en la FILBA.

Ya me enteré, por ejemplo, de que el stand contará con una pantalla gigante, en la que, estoy casi seguro, se sucederán paisajes mendocinos a granel. ¿Y la literatura? Me dicen que habrá mucha participación de las editoriales y que el stand tendrá su propio auditorio. Me permito desconfiar, no de que haya un auditorio ni de que varias editoriales estén representadas con sus libros, sino de la calidad de participación de estas, del grado de visibilidad, de acciones concretas de difusión y divulgación de nuestras letras. Y desconfío porque será el Ente Provincial de Turismo el que financie la participación de Mendoza en la FILBA. Sabiendo esto, creo que queda poco margen como para imaginar otras consecuencias.

Podrán argumentar, también, que el lote que ocupará la provincia es más grande que el que ocupaba en el Pabellón Azul. Salvando la consideración de que si el stand es más grande el costo también lo es, y de que el metro cuadrado en el Ocre es más caro que en el Azul, me permito concluir que el hecho de tener más espacio no implica nada si no hay un concepto que sostenga la participación de Mendoza en la FILBA, y me refiero a una política estatal que tenga que ver con la literatura, no con el turismo, que muy bien saben cómo hacer eso las agencias de publicidad. Además, el turismo tiene sus propios espacios de difusión, no habría razones para que le quite protagonismo a las letras en, justamente, una feria del libro.

Solo me resta esperar que desde el 25 de abril, cuando la FILBA abra las puertas para las jornadas profesionales, hasta el 17 de mayo, cuando se cierre la edición 2023, la propuesta (y, entiéndase también, el concepto) de Mendoza en la Feria me haga callar la boca, tragarme mis palabras y tener que salir a explicar que me equivoqué, que el retorno al Pabellón Ocre fue una buena decisión. Pero es difícil que el chancho chifle…